Se dice que el placer sexual está ligado a formas saludables de existencia. Esto significa que aquellas personas que se encuentran satisfechas sexualmente, porque han encontrado el placer de vivir amorosamente su sexualidad, gozan de una mayor salud que aquellas que sufren por no conquistar el placer sexual deseado. En lo personal , he convertido el placer sexual en un asunto de temperanza, lo cual es toda una virtud. Atemperar el placer significa que una es capaz de encontrar la justa proporción entre dar y recibir placer; gozar amablemente del cuerpo, de la sexualidad, de los encuentros con los amigos y amigas. Se preguntarán ¿libertinaje? a lo que respondo: no! práctica de la libertad sexual. Creo que las personas puritanas que reprimen su placer o que no logran elaborar encuentros amorosos, sexualmente hablando, son personas más propensas a las enfermedades. Esto me recuerda el tema de los cuerpos resilientes, los cuales son capaces de resistir situaciones de crisis sin que se merme su actividad vital, por ejemplo, personas que se encuentran en circunstancias adversas, que sobreviven a esas circunstancias y uno/a no se explica cómo. Cuerpos que, por ese poder de amar la vida compartida con otros, de estar en cierta concordancia con su deseo y su cuerpo, en relativa armonía con su sexo, sus parejas, sus amantes, sus amigos, viven tan rozagantes que hasta no envejecen de tanto gozo que se cargan. Aprenderíamos más si nos diéramos el chance de pensar de otra manera el placer sexual, para no seguir los paradigmas de la sociedad de producción que chupan la salud, la vida y, sobre todo, impiden una amorosa sexualidad compartida con las otras y los otros. Somos tan bellos y poderosos que podríamos producir una vida saludable si encontráramos la oportunidad de vivir una sexualidad más gozosa y menos frustrante.
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