Fotografía por Nadia Granados, La Fulminante
La normativización del sexo es un asunto cultural y no meramente instintivo. Octavio Paz escribía en un texto dedicado a Sade y que lleva por título «Sade, un más allá erótico», que el erotismo es el ámbito gestual y simbólico de la sexualidad. Esto quiere decir que el erotismo es una construcción cultural. De esto yo deduzco que el erotismo es una posibilidad infinita en la que los cuerpos no necesariamente tienen que corresponder a las reglas que la sociedad de consumo impone y con las cuales se performa o se conduce nuestro deseo. Cuerpos de hombres o cuerpos de mujeres, cuerpos de mujeres transexuales o de hombres transexuales, cuerpos perforados, tatuados, deformados, peludos, lampiños; cuerpos enanos, cuerpos gigantes, cuerpos ajenos a la norma de lo bello; cuerpos ancianos, obesos, esqueléticos, son en realidad alternativas posibles del encuentro erótico. Cuerpos diferentes a lo establecido por la publicidad y la massmedia, cuerpos diferentes tratados desde ciertas perspectivas eróticas como cuerpos altamente deseables. La cuestión es cambiar la lógica instaurada por la sociedad de consumo y su uniformización de cuerpos, así como su manipulación del deseo desde la cual se privilegia a unos cuerpos y se excluye a otros. La realidad es otra, los cuerpos somos infinitamente plásticos y radicalmente diversos. Podríamos ubicarnos en otras maneras del gusto y del deseo para poder empezar a configurar un erotismo de lo diverso. La cuestión es reeducarnos, reeducar nuestra voluptuosidad (del latín volutas que significa deseo), abrirnos a experiencias nuevas con cuerpos diferentes. Esa es la cuestión, ampliar nuestros rangos del deseo y de la experiencia erótica, a través del contacto con cuerpos ajenos a los estereotipos que nos venden. Pienso que es importante porque así dejamos de sentirnos excluidos y acomplejados por tener cuerpos que tienden siempre a salirse de la regla canónica de la carne consumible.
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