Fotografía por Rosario Cobo
Desdibujar los contornos de una sexualidad reprimida y pacata es un avance ineludible en la sociedad latinoamericana ante la evidente reacción de los grupos más ortodoxos que pululan. Estos grupos, generalmente ubicados en el centro de tradiciones religiosas sumamente ortodoxas, recurren a los principios de la vieja moral heteropatriarcal que impusiera occidente en el mundo a través de la colonización: satanización de la belleza, del cuerpo, de la sexualidad. Es por eso que la lucha libertaria, la emancipación de los cuerpos, las curvas, los pechos, las piernas, la genitalidad expuesta, se traduce en experiencias gozosas, políticamente revolucionarias. Nuestra exposición, mostrar todo lo que de humanos tenemos sin tantos tabúes, es sinónimo de esa liberalidad con la que algunos nos identificamos porque no encontramos maldad en el asunto, sino agenciamiento de emancipación en el fuero interno de cada uno o una de nosotros y nosotras. Liberalidad que se expresa en la risa, en el juego, en la desnudez, en la no satanización de nuestros deseos y en la exploración de apertura de exclusas morales que antes reprimían ciertas pulsiones. Lejos estamos de creer que esta revolución sexual es una revolución al modo de las tradicionales maneras de la resistencia violenta, armada, delirante por el poder; por el contrario, se trata de otro modo de reivindicar la emancipación, rompiendo las cadenas, ya no del pueblo, ya no de la clase proletaria, ya no de las mujeres o los homosexuales, o de las minorías eróticas, sino de atender la propia sexualidad; liberarse a uno mismo primero, para impactar con esa liberalidad el ámbito colectivo. “Aquí nadie es modelo de nada”, esa es la consigna, esa es la apuesta, sin matricularse en este grupo o aquel otro, pues, de lo que se trata es de pasarla bueno, bonito y al modo bogotano; chirriadísimo ala!
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