Por Laura Pardo
@laupardocordero
Existen dos tipos de personas en el mundo,
los seres humanos y las mujeres.
Y cuando las mujeres tratan de comportarse
como seres humanos se les acusa
de intentar ser hombres.
Simone de Beauvoir
Alguna vez leí que ser mujer es como ser soldado de un ejército y no pude estar más de acuerdo. Desde los inicios de la sociedad colombiana, por allá en el siglo XIX, como todos los grupos oprimidos que alguna vez se vieron en desventaja frente a otros y encontraron en esa frase tan popular acerca de que la unión hace la fuerza, un consuelo para sus pesares, las mujeres nos acostumbramos a pensar y a luchar en equipo.
A diferencia de los hombres, nosotras tuvimos que unirnos para pedir (pedirles a los hombres, los otros opresores) igualdad en diferentes aspectos de la vida pública y privada. Como era de esperarse y haciendo justicia a la sabiduría de la frase, la unión del sexo débil se apuntó a lo largo de los años muchas victorias, empezando por llamar la atención sobre su valioso papel en la educación de los hijos y el sostenimiento unido de la familia, después haciendo valer su derecho a votar y finalmente incursionando en diferentes campos de la vida pública, saliendo de las cuatro paredes en las que tuvieron que vivir nuestras abuelas, haciendo que nuestra sociedad en el siglo XX cambiara para siempre.
Sin embargo, el hecho de que la mujer llamara la atención de todos sobre sí misma inevitablemente trajo consigo la develación y ponderación de la sensualidad y belleza femeninas, esas sí naturalmente común a todas, pues una mujer por fea que sea, puede volver loco a un hombre y matarlo de la arrechera, si es medianamente inteligente. Así pues, la belleza del cuerpo femenino se ganó un lugar inigualable en el mundo comercial, sirviendo como excusa para vender una gran cantidad de productos: ropa, maquillaje, casas, carros, desodorantes, revistas y hasta medicamentos. Emergió entonces una voluminosa generación de modelos y reinas de belleza, altas, delgadas y casi perfectas, que llenaron pasarelas y espacios comerciales y nos mostraron a todas a quién teníamos que parecernos y admirar. Por supuesto, las mujeres preferimos la vida de una Claudia Shieffer a la de cualquiera de nuestras abnegadas abuelitas, así es que prestas a liberarnos de la carga doméstica y puritana, nos arrojamos felices a disfrutar de la liberación femenina, a comprar cremas y pagar gimnasios.
Pero por supuesto, no todo podía ser tan fácil, y entonces una horda de feministas ofendidas sacaron la cara por todas y repudiaron a la sociedad que convirtió a la mujer en un mero objeto sexual, condenaron la explotación del cuerpo femenino, la pornografía, las minifaldas, los escotes, los reinados y todo aquello que pusiera la belleza física por encima del intelecto. Nos vimos en el dilema de escoger si queríamos ser bonitas o inteligentes y nos reímos a carcajadas de Natalia París cuando recomendó a las niñas no fumar marihuana porque daba celulitis.
El intento de erradicar o por lo menos disminuir la presencia de imágenes lascivas en los medios de comunicación parece una causa perdida a la que se contrapone el deseo de que la mujer no sea tomada por un simple “pedazo de carne”, que se reconozca su paridad con el hombre en cuanto a capacidades intelectuales o profesionales y que en últimas sea valorada y respetada su mente por encima de su cuerpo.
Si bien la tal “liberación femenina” abrió las puertas de la realización y participación del género femenino en el ámbito político, científico, artístico, etc., no ha sido suficiente su rebelión para dar a las mujeres el derecho, libre realmente, de asumir su sexualidad y su cuerpo como propios. No deja de ser contradictorio que mujeres autodenominadas feministas, que tanto reclaman porque la mujer pueda zafarse del yugo patriarcal que impone conductas, normas, estereotipos y toda serie de obligaciones morales y civiles para nosotras, sean las mismas que condenan el legítimo derecho que tiene una mujer de usar su belleza y sensualidad a su favor, tanto en público como en privado.
Una mujer bonita, que quiera aprovechar su vida social y disfrutar libremente del sexo casual, como lo hacen todos los hombres que encuentran la oportunidad, es señalada peyorativamente, incluso más por las mujeres que por los hombres, como una perra; y sin embargo, los hombres exitosos en este aspecto, los papacitos interesantes que se pueden levantar a la chica que quieran en una noche, son admirados por sus congéneres y es sólo a “su” mujer – novia, esposa, concubina, machuque, etc. – a la que le toca cargar con los cachos y con la vergüenza, mientras él se ufana o por lo menos disfruta de una alta autoestima que resulta, necesariamente, de sentirse querido, deseado y en últimas, reconocido. Si aparece uno de tantos videos porno-caseros, que proliferan hoy en día tan fácilmente gracias a Internet, ojalá con protagonistas de la farándula criolla, la que se condena y señala es a la mujer, es ella la que se considera irrespetada y menospreciada, es a ella a la que le tiene que dar vergüenza ver expuesta su intimidad, mientras el hombre implicado en este tipo de asuntos, es más bien ignorado por la masa morbosa, pues el hombre es hombre y tiene estas libertades, pero la mujer… pecadora, bruta o prostituta por decir lo menos, se considera merecedora de nuestros juicios e insultos, por haber manchado su reputación y caer tan bajo al acceder a los placeres de la carne – como cualquier ser humano – y utilizar una cámara de video, que además de ser útil para grabar bautizos y reuniones familiares, también sirve como un divertidísimo juguete sexual.
Se me dirá entonces que nadie le pide hoy en día a las mujeres no tener una vida sexual y que a estas alturas del partido, ya casi nadie espera llegar virgen al matrimonio o tener sexo únicamente con la intención de procrear. Si bien esto es muy cierto, no lo es menos que el disfrute de la sexualidad femenina es juzgado con una doble moral descarada, pues aunque se puede, no se permite hacerlo de frente, sin vergüenzas, y es responsabilidad de la mujer implicada, contar cuántas veces sale con el mismo tipo antes de siquiera darle un beso o dejarse seducir, para no considerarse y condenarse a sí misma como una mujer “fácil”.
Y es que el cuerpo femenino para sociedades como la nuestra, desde los tiempos de la virgen María hasta hoy, es objeto de juicios y prejuicios, se considera un templo sagrado en el que no debería tener cabida la lujuria y en el que cualquier acto de libertad es fácilmente considerado como “libertinaje”, que no es más que el eufemismo para decir que la libertad no es tal, puesto que tiene que estar supeditada a los preceptos morales, caros a una sociedad católica, en la que las mujeres mismas somos quienes mantenemos vivo el yugo puritano y retrógrado que nos hace rechazar la virtud de nuestra propia belleza. Si es cierto eso de que mi libertad termina cuando empieza la libertad de los demás, no sé qué tienen que ver los demás en la decisión que tome una mujer sobre su propio cuerpo, nuestra miopía colectiva no nos deja ver que en efecto todos, hombres y mujeres, somos carne y por ende objeto sexual y que eso nada tiene que ver con nuestras capacidades intelectuales; no sé en qué momento se irrespeta a sí misma una mujer que le guste mostrarse y sentirse deseada abiertamente, que decide disfrutar del sexo con alguien que no es necesariamente el amor de su vida, sin condenarse a si misma con prejuicios morales y sexuales de los que no sufren los hombres. Todos y todas tenemos tanta piel como cerebro y para que una mujer piense y comparta sus ideas no necesita pedir permiso a nadie, ni cobrar por ello, ni menospreciar su belleza física para que se tomen en cuenta sus palabras, como tampoco lo necesita ningún hombre.
Es culpa principalmente de las mujeres que en ocasiones se nos vea como un “pedazo de carne” y es porque nosotras mismas no reconocemos la dichosa igualdad de géneros; si una mujer no se valora a sí misma, en toda su extensión y dimensiones, tanto físicas como metafísicas, no hay por qué esperar que los hombres lo hagan primero. Hasta cuándo entonces, seguiremos las mujeres alimentando y creyendo en el derecho que supuestamente tienen los – y las – demás, para juzgarnos por lo que libremente se nos dé la gana hacer con nuestro cuerpo? Cuando será que las mujeres ya no tendremos la necesidad de escondernos detrás de las faldas del género femenino? No es acaso más irrespetuoso ignorar la individualidad de cada una y acuñar términos y deberes para lo que supuestamente todas deberíamos ser y hacer? Por lo menos yo, prefiero ser un ser humano, antes que una hormiguita más del manipulado ejército femenino.
Etiquetado: articulo, feminismo, laura pardo
Para mi que soy mujer, lo más importante es lograr el equilibrio entre la mujer inteligente y la mujer bella, para que ser fea e inteligente o para que ser bella y ser bruta, lo mejor es ser las dos.
Siempre he repudiado las prácticas machistas, y ahora encuentro tan absurdo el machismo como el feminismo. Sobre todo porque el feminismo contemporáneo se está contagiado de lo peor del machismo de toda la vida, se está contagiado de la absoluta frivolidad, desprendimiento y trivialización de la condición humana en las interacciones humanas.
Es bastante triste que algunas de las mujeres más interesantes que haya conocido, pierdan tanto tiempo en querer imitar el comportamiento errático, egoísta y cobarde que ha sido siempre el motor del machismo. De hecho, no es triste, es una absoluta idiotez, porque tras escuchar el discurso feminista contemporáneo, pareciera que las feministas no quieren una igualdad de género, lo que quieren es ser machistas al revés.
A pesar de la frivolidad, desprendimiento, trivalización y demás, no podría ser igual el machismo al feminismo. El feminismo ha surgido como una reivindicación de los derechos y libertades femeninos. El feminismo no ha provocado muertes, no ha violentado a nadie, no ha marcado el cuerpo de nadie, como sí lo ha hecho el machismo.
completamente de acuerdo, haces una reflexion completamente pertinente, debes ser una vieja muy interesante, le agregaria a tu opinion que la hipocresia y la doble moral impuesta por la religion y las demas sucursales de dios, convierte a la mujer en un instrumento de pecado, inferior al hombre y culpable de que este deba ganarse el sustento con el sudor de su frente.
Me encanta «oír» a una mujer hablando de esa manera; es más, esa posición me resulta supremamente atractiva.
Tanto me gustará que ha sido característica de las mujeres que he amado, y eso de paso me recuerda una frase de un blog al que solía seguir: «Solo los hombres inteligentes aman a las mujeres libres», me alegro por lo que me atañe.
Excelente el artículo, felicitaciones Laura. En verdad la sociedad Colombiana está llena de paradigmas, tendencias, modas o como se le quiera llamar, que casi todas las mujeres y los hombres siguen porque el Colombiano promedio no tiene ni autonomía, ni creatividad ni personalidad propias. Todos siguen modelos y todos se parecen en alguna forma. Una de ellas es que las mujeres Colombianas en comparación con las Europeas, por ejemplo, siguen siendo unas morrongas o mojigatas, se creen muy señoritas, aparentando ser muy recatadas poniendose dificiles a la hora de ser seducidas o conquistadas perpetuando el no tener una libertad sexual y la que se atreve es considerada como perra. El hecho está en tener mucho caracter y ser libre dejando a un lado toda mojigateria, porque aún así las más osadas siguien teniendo prejuicios con los hombres de que las tratan con morbo sabiendo que si se pelan pues se ven buenas y dan ganas de morbosear y es natural, no pueden negar ese derecho a los hombres. Adicionalmente otra cosa que desfavorece es aprovecharse y abusar de su sensualidad para alcanzar todo lo que quieren, así cualquiera va a catalogar de perra a una mujer que hace esto siendo ventajosa y no alcanzandolo por sus propios medios.
me parecen muy interesantes las diferentes posturas con respecto a este artículo sin embargo cabe acotar que no existen verdades completas, la fidelidad no es mas que la manera de controlar un impulso que no tiene nada de malo, simple y llanamente nos metieron en la cabeza que ser infiel es incorrecto… pero que es ser infiel y quien no lo es…?
Saludos
La frase?, muy interesante. El articulo?, todavia mejor. Sin embargo… No sera a caso este articulo, la cuota de correccion politica?… En caso de ser asi abria que preguntarce que tan acertado y efectivo es.
es curioso como las fotos se llenan de comentarios pero una reflexion tan importante no ha tenido ni uno hasta ahora… bueno solo queria decir que es muy cierto que una mujer deberia tener debercho a su libertad sexual sin reclamos pero no debe confundirse esta libertad con la obligacion sexual que se esta viendo hoy en dia donde se hace una nueva discriminacion, si antes se le hacia a la que tenia sexo prematuramente ahora es a quien no lo hace considerado un ser extraño o muchas veces homosexual sin serlo cada quien deberia elegir como desarrollar su sexualidad sin reproches alguno, lo unico que veo como indebido en esta libertad es el engaño como decias los hombres solian ser infieles y enorgullecerse de ello en venganza las mujeres empezaron a serlo tambn por ambos lados lo veo como una total estupides se termina en una relacion en donde ambos para lastimar al otro… si el objetivo en una relacion es estar con alguien diferente a tu pareja porlomenos deberian tener el valor de aclarar las cosas desde el principio tanto los hombres como mujeres.
ps noc esta es mi opinion… abierta a discucion civilizada si alguien esta en desacuerdo ps me gustaria saberlo y ps hasta discutirlo en vez de recibir comentarios ignorantes con insultos muy buen dia genial el blog 🙂