Unas más que otras, por supuesto, pero a todas las bogotanas que pasaron alguna vez por BBYB, les tengo un espacio reservado en mi corazón y un sincero respeto por haberse atrevido a ser atrevidas a nuestro lado.
No pude evitar, y no puedo todavía, sentir que se me rompe el corazón cada vez que alguna de ustedes, después de habernos llevado bien y de ser cordiales y amables entre nosotros, muchas veces hasta cercanos amigos, decidan que fue un error y que se arrepienten de habernos conocido.
Entiendo que la prueba es dura, que el miedo de esta sociedad se manifiesta con tal fueza y agresividad, que es difícil no ceder y tratar de volver arrepentida a sus rebaños. Sin embargo, me gusta pensar que aún en ello hay algo de su valentía y que creer que se cometen errores y se pueden remediar, es también, para mi, parte importante de la vida. Pero es ahí donde hay algo que no me cuadra y que de pura atrevida, me impulsa a escribir esto.
No me gustan los arrepentimientos, aunque equivocarse es feo y a veces tiene consecuencias desastrosas, es algo de lo que también deberíamos sentirnos orgullosos. Los seres humanos somos animales, que aprendemos y cambiamos y, en opinión de algunos, crecemos, metiendo las patas, arriesgándonos a hacer lo que creemos en cada momento que es lo que debemos hacer y es por eso que a la final no es malo si nos equivocamos, o mejor dicho, si después creemos que no hemos debido actuar así.
Creo que la gran mayoría de las cosas que nos pasan en la vida, son para mejor y que todo depende de cómo lo tomemos. Si los demás se sienten incómodos con nuestras decisiones, somos nosotros mismos los únicos que les podemos dar, o no, el poder para decidir sobre nuestras vidas. Si, por ejemplo, un jefe atrevido cree que es dueño de nuestra vida sólo porque trabajamos para él y que puede imponernos su moral y sus principios a cambio del sueldo que nos paga, está en nuestras manos hacernos respetar o, por el contrario, agachar la cabeza y pedir perdón por ser o hacer lo que nos parece o nos pareció en algún momento.
Por supuesto que la vida cambia y nuestro punto de vista a través de los años resulta diferente, estoy convencida de que eso no es falta de coherencia, sino la vida misma actuando en nuestras cabezas. A todas las que ya no están cerca y que piensan que no volverían a tomar una decisión similar alguna vez, pero no por eso olvidan el franco trato amistoso que tuvimos y por ello no albergan odio ni rabia en su corazón, déjenme decirles que las quiero profundamente y que admiro la valentía de ser ustedes mismas sin arrepentirse de ello, les deseo la mayor felicidad en su camino y me parece tan admirable su decisión de acompañarnos como de alejarse. A las que optaron por odiarnos y culparnos por una decisión que ustedes mismas tomaron y ahora creen equivocada, lamento que sea doloroso, pero guardo la esperanza de que haber pasado por esta experiencia les ayude a ser más felices de alguna manera y que algún día decidan recordar el trato sincero y amable que tuvimos, y para algunas, reconocer que de nuestra parte nunca ha habido mala fe ni engaños ni presiones.
Un abrazo,
Laura